Muros de papel.
D.E.J.Quilo©
Pensamientos de
colores.
La mañana llego
como siempre, Aun que estaba oscuro y nublado, note algo peculiar, era un día
distinto, lo primero que hice fue tomar la pequeña tarjeta pintada de colores,
el primer pensamiento de ese día fue, tengo que llevar un regalo que sea
colorido y bonito, podría ser una muñeca de vestido rosa o un oso de suave
textura color azul, no sabía que le gustaría ala pequeña Marry Vinotte, así que
decidí salir por mi puerta dejar mi apartamento de paredes blancas con sócalo
negro y dirigir mis pies al destino, me lleve la tarjetita con migo, para que
me inspirara a comprar algo bonito, la guarde en la bolsa de mi pantalón, me
puse mi chaqueta vieja de cuero y Salí,
Saliendo estaba
de mi puerta negra, cuando algo llamo mi atención y curiosidad, la puerta del
apartamento vecino estaba media abierta, así que no podía de dejar de ver tan
interesante espacio de información privada, me acerque, tome la manija de la
puerta y con mucha cautela asome los ojos volteando la esquina de la puerta,
para mi asombro, este apartamento no era muy distinto al mío, solo por unos
bellos y sutiles rayones de colores, que dibujaban algo en las aburridas
paredes blancas iguales a las mías, los
colores se entrelazaban en círculos y rayas onduladas, para mí era arte, el
arte que te hace soñar despierto, pero mi asombro no había terminado todavía,
con el rabillo de mi ojo, sentí que alguien me observaba fija mente,
Voltee la cabeza
muy despacio y con la vista hacia abajo, de apoco levante la vista, para mí era
obligatorio hacerlo, y así lo hice, y ante mis pobres ojos, estaba la dama más
hermosa que había visto, de ojos grandes y azules, piel blanca, su cabello era
castaño rubio con unos hermosos rizos ondulados, sus cejas eran escaza mente
pobladas, y las líneas de su rostro habían sido trazadas con delicadeza. Entre
balbuceos le dije hola, ella solo se sonrió, era la pequeña Marry Vinotte con 3
años todavía a lado de una de las paredes, y por supuesto, estaba dibujando.
Y yo solo como
un tonto me despedí con un simple adiós, Marry se despidió moviendo su mano,
como uno se despide común mente, pero antes de irme y salir por su puerta mas
asustado que consiente, le pregunte, Marry, que te gustaría de regalo de
cumpleaños, se puso feliz, levanto su mano izquierda, y por su puesto yo le
entendí, quería Mas crayones, en su mano tenia barios crayones de colores ya
gastados, le giñe el ojo y sonreí, y así como había saciado mi curiosidad, seré
la puerta muy despacio, y la deje como estaba, le puse acción a mis pies y
comencé caminando por el silencioso pacillo, baje las gradas que hacían una
leve curva, y de pronto me encontraba en la puerta del viejo edificio de dos
pisos, retome la calle en búsqueda de una tienda de arte, baje por las gradas
interminables de la calle de Luz Jazmín, común mente llamada, calle de Luzja,
la calle de los artistas, un lugar lleno de color, con negocios pintados de diversos
y desvariados colores, que para mi gusto no combinan en nada, así era la calle
de los artistas, pero allí podías encontrar desde un lápiz, hasta toda la
paleta de colores para pintar en un desdichado y fallido intento, la Mona Lisa.
Y yo solo necesitaba unos bonitos crayones de buena pasta colorida y variada,
que inspiraran ala pequeña y hermosa artista, Marry, que adorna las paredes con
cientos de rayas consientes, ya había llegado a Luzja, la calle estaba mojada,
pero no me había percatado de algo, las tiendas de arte estaban serradas, que
frustrante y agónico momento, casi es como inflar un hermoso globo de colores,
que cuando ya estás por disfrutar de él, se abre una pequeña rajadura y se
desinfla, así me sentía, no me quedo más que volverme al apartamento, volví mis
pies al camino de regreso, y casi como un enfermo en sus últimos momentos,
agonizaba, los viejos y ambiguos pensamientos como soldados de inteligencia con
mascaras negras, casi difusos, procuraban mi mente, pero la pequeña tarjetita
de cumpleaños me pintaba de colores el cerebro y volvía a mi mente los bellos
ojos azules de Marry, despacio y con mucho cariño, saque la tarjetita de la
bolsa de mi pantalón, allí estaba en mi mano, me detuve un momento en la calle,
y como si fuera infinita no podía apartar la vista de ella, mis arrugas se
hicieron evidentes en mi cara, una leve curva hacia arriba dejaba ver una
sonrisa en mi rostro, el cual tan solo unos minutos atrás estaba triste y
frustrado, entonces me di cuenta que esa pequeña niña había encendido algo en
mi mente y corazón, ese día siguió normal para mí, la lluvia volvió, fui donde
mi amigo o solo conocido, que como siempre me regalo el desayuno, también me dijo
que habláramos un día, en el café, El Jardín Negro, y yo con dificultad solo le respondí que estaba
bien, sin emitir otra simple palabra, yo definido como un hombre de pocas
palabras, que sorpresa para mi mente, ya que era común para mi ser así.
Como siempre, me
fui al parque, y la lluvia continuaba. Exactamente a las 12:09 del medio día,
rodeado de arboles, sentado en una banca debajo de un grande y viejo árbol,
espere a que la buena y amable señora Alberta de Buena Coral llegara con mi
exquisito almuerzo, y como era de esperarse apareció, pero para mi asombro
desdichado y echado a perder, la buena y amable señora no venia sola, pues
junto a ella caminaba mi ruin destino, era nada más que Ana Gracia Serpenta, la
vulgar y trastrabada mujer de muchos y no solo de uno, en segundos mi mente
dibujo una escena magistral de huida, pero era demasiado tarde, la buena señora
Alberta, de lejos me saludaba con su mano moviéndola de un lado a otro, ya me
había visto, así que me quede inmóvil, casi como la estatua que yace en el
centro del parque, y con una hipócrita sonrisa, le mostraba mi dulce y a la vez
amargo encuentro. Ya a unos cuantos metros con su anciana voz irrumpió con un,
oh que dulce encuentro dijo ella con una sincera sonrisa, Si- que día este, le
respondí, yo con mi cara fingida de
felicidad y disgusto, es un gusto volverla a ver señora Alberta, proseguí
diciéndole, entonces ella, con voz risueña me dijo mire mi joven y apuesto joven
quien traje con migo hoy, oh, vaya le dije, a la señora, y luego dirigiéndome a
su sobrina le dije con mi cara hipócrita, por fin nos conocemos, tu eres Ana
Gracia Serpenta, es todo un gusto, corte la oración, y la vulgar sin mostrar
aun que sea hipócrita amabilidad, no emitió ninguna palabra, así que le dije a
la señora Alberta, como usted ya sabe buena señora, el párroco siempre me
espera a la hora puntual, así que,…… como quisiera conocer más a su sobrina
señora Alberta, pero me tengo que ir ya.
En otra ocasión
será mi joven apuesto, me dijo ella sonriendo, y su sobrina indiferente se
alejo de nosotros, que lastima dijo la señora Alberta, pero mi sobrina tiene un
carácter difícil, y aquí tiene su almuerzo, como siempre en una bolsa, oh-
muchas gracias señora Alberta, nos vemos mañana, le dije yo, Si- nos vemos
mañana replico ella, y así siguió mi día, lluvioso gris, pero estaba feliz, así
que mis pies retomaron el camino a mi apartamento……de camino a mi apartamento,
decidí pasar un rato a un café que queda de camino llamado, Magne Café, ahí
conocí a Gastón Mercier, un joven camarero, al cual le pedí un café y una
porción de pastel de vainilla, y así comenzamos nuestra corta pero interesante
platica. Que le traigo señor, dijo él con amabilidad, ah sí, un gusto. Tráeme
un café simple y una porción del pastel anunciado de vainilla, le dije yo, como
usted guste señor, me respondió, inclinándose un poco hacia adelante, y en poco
tiempo el joven Gastón Mercier, ya me traía el café y el pastel, aquí tiene
señor, me dijo él, se le ofrece algo más, me dijo alzando las cejas, no, le respondí
sonriéndole, solo una pregunta mi joven amigo, le dije, con una diluida
sonrisa, hasta ese momento no sabía su nombre, cuál es tu nombre, le dije, ah
claro señor me respondió el, me llamo, Gastón Mercier Magne, soy hijo de
Alberto Mercier, el dueño del café, ah que interesante conclusión pensé en
pocos segundos. Eres el dueño también entonces, le replique yo, todavía no, me respondió
el, que soy muy joven dice mi padre, para administrar un café, pero algún día
seré el dueño así como el, que bueno le dije, que edad tienes, el
respondiéndome con amabilidad, no me respondió con la boca, sino que, lo que
hizo fue tomar una servilleta de papel y escribir allí su edad, tomo su pluma y
coloco la cantidad 19 años, real mente eres muy joven le dije, y me sonreí con
una discreta sonrisa, me levante de la mesa, pague mi cuenta con él y me
despedí, muchas gracias Gastón, proferí yo, que excelente café, gracias a usted
respondió el con su alegre y sincera sonrisa, retome el camino saliendo del
café, baje las gradas y continúe mi camino…..
historia de D.E.J.QUILO
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