jueves, 23 de julio de 2015

Serie de Suspensos



Suspenso 2

El Museo de Libros
Historia Corta Escrita por
D.E.J.QUILO©

Tocaba el despertador, 2 horas entes de la hora prevista, y Felipe Antolinov, iniciaba su día con mucha energía, ¿Por qué?, nadie lo sabía, pero Felipe, estaba enamorado, y le era necesario un trabajo nuevo, pues 2 años y 4 meses trabajo con su tía, en su venta de lácteos, vendiendo queso, crema y leche, que le tocaba distribuir con su bicicleta en toda la ciudad, a unos ya clientes estables, la paga era buena, pero el ultimo día, como distribuidor de leche había sido ayer, ahora Felipe, con entusiasmo y mucha energía, debía presentarse a una dirección, una nueva y rentable oportunidad se le había presentado, la cual quedaba al otro lado del puente, pues la ciudad era atravesada por un gran rio, el puente había sido construido hacía muchos años atrás, y la historia de este era legendaria, a Felipe le gustaba mucho atravesar el puente, pues el tomaba unas piedras y mientras manejaba su bicicleta, Felipe lanzaba con fuerza las piedras al rio, que al caer creaban unas formidables ondas que se extendían y se deslizaban con el movimiento del rio, Felipe Antolinov, era un joven de 25 años, de pelo castaño claro, piel blanca, de porte espigado, delgado y usaba unos lentes de aros color plata, ese día Felipe, se levanto dos horas antes, se baño, se vistió, con un chaleco de lana de color azul oscuro, una camisa color gris claro, un pantalón color gris oscuro de tela y unas mocasines color negro, Felipe vivía con su abuelo, y este le cocinaba cada día, su madre vivía lejos en una ciudad de Rusia, pues los padres de Felipe se habían separado, a pesar de esto Felipe, quien tenía el apellido de su madre, siempre atendió con mucho cuidado los consejos de su abuelo quien era el padre de su padre, su querido abuelo Brasco Forta, un hombre con principios y valores sólidos en su caminar, su abuelo Brasco, por mucho tiempo había trabajado como segundo cocinero de un gran chef, he ahí la destreza de su abuelo para cocinar, su tía Carmina Forta, dueña de la lechería, siempre quiso mucho a su sobrino Felipe desde muy pequeño y siempre había querido que Felipe fuera feliz,

El abuelo Brasco y la tía Carmina, estaban de acuerdo que Felipe tuviera esta nueva oportunidad, pues pensaban que aquí Felipe aprendería muchas cosas, pues el padre de Felipe era todo un patán, el abuelo Brasco nunca entendió como tuvo un hijo así. Felipe, desayuno lo más rápido que pudo, se despidió de su abuelo, tomo su bicicleta, y tomo el camino a la dirección que le habían indicado en una carta, Felipe recorrió por las calles con una sonrisa evidente en su rostro, la intriga y la emoción en Felipe relucía en su forma de ser ese día, Felipe freno su bicicleta, se bajo de ella, se dirigió a un montículo de un jardín público, y rebusco unas cuantas piedras, Felipe sabia que el famoso puente estaba cerca, volvió a subir a su bicicleta y cruzo la calle, viro en la esquina tomando el camino del puente, recorrió un buen tramo del puente y cuando ya estaba casi en medio, saco dos piedras y con fuerza Felipe lanzo las piedras al rio, las ondas formidables se formaron en el agua, Felipe estaba feliz, luego volvió a sacar otras piedras, y cuando estaba por lanzarlas, Felipe se topo con un sujeto alto, el sujeto con cara amarga se le quedo viendo de forma malévola, mientras Felipe continuaba su marcha y algo tambaleante, Felipe se amedrento, la cara del sujeto era sospechosa, y lo peor de todo, fue que casi atropella a este hombre, Felipe freno su bicicleta, volvió a ver para atrás, el sujeto alto había desaparecido, escudriño todo el lugar con sus ojos, pero no encontró al sujeto, Felipe frunció el seño, y volvió al camino, mientras pensaba sobre su extraño encuentro, recorrió las calles y avenidas, hasta que llego a la dirección indicada,
Felipe llego 10 minutos antes, la hora no se había cumplido, (por cierto) el reloj de Felipe era nuevo, el lugar estaba cerrado, con una puerta de dos bandas de color verde olivo y ventanas en ella, Felipe observo detrás del cristal, y vio que adentro había una luz tenue, así que Felipe decidió tocar, un ruido llamo su atención, vio hacia la calle, y cuando estaba a punto de tocar la puerta, la puerta se abrió,…… para el asombro de Felipe, quien abrió la puerta era el sujeto, que hacía unos momentos atrás se había topado con él,, se le quedo viendo con la misma amarga cara, y extrañamente una sutil sonrisa surgió en su cara de pedernal, eres el nuevo verdad?, le pregunto aseverando, me llamo Marcus Haz, soy el bodeguero, Felipe medio desorientado y amedrentado, le respondió con algo de duda, si! soy Felipe, entonces Marcus Haz, tomo del hombro a Felipe y le dijo, Muy bien!, sígueme!, te mostrare el lugar y lo que tienes que hacer, está bien!, respondió Felipe,…entraron por la puerta, la cual Marcus cerro tras sus pasos, Marcus llevo a Felipe, por unos grandes estantes de madera fina y muy bien barnizada, el lugar era algo oscuro, y tenía que serlo, para preservar los libros más extraños que se habían escrito y ilustrado,

¿Y qué, es una biblioteca?, le pregunto Felipe a Marcus, a lo que Marcus, negó con su cabeza, así parece, pero en realidad es un museo de libros, los libros más originales que se hayan escrito y ilustrado, respondió Marcus, ¿y cómo de cuales libros hablamos?, -pregunto Felipe-, al cual minuto a minuto se interesaba cada vez más  en el trabajo, -Marcus le respondió a Felipe-, Pues….hay algunos que están escritos de forma misteriosa, -decía-, (mientras lo observaba de forma desinteresa),- ya que solo pueden leerse con una luz que alumbre las páginas de forma horizontal, las letras existen, pero no pueden verse ni leerse de forma común, que interesante! -dijo Felipe-, pues así es!, estos libros tienen un gran valor para Don Rubéncio Rubil, -dijo Marcus-, de verdad!...y…quien es él? pregunto Felipe, quien a la vez, observaba a Marcus con nerviosismo, el es el jefazo, el dueño del museo, sus libros se cuentan en cientos, respondió Marcus, quien se detuvo en un instante, sin decir palabra, se le quedo viendo a Felipe de Forma extraña, con la cara seria como de piedra, los ojos clavados en la cara de Felipe, mientras Felipe intranquilo, sin poder ver a Marcus, a los ojos, con la vista intermitente Felipe observaba a su alrededor, y cuando al fin Felipe vio a Marcus, este con una sonrisa de controlador y patán, solo le dijo, así me gusta muchacho!, pues Felipe lo miraba a los ojos, aquí no queremos a los curiosos, entiendes!, mientras lo señalaba con el dedo y lo miraba a los ojos, a lo que Felipe asentaba con la cabeza, pero que puedes hacer con alguien como Felipe, su energía, hacía que fuera un intranquilo joven, y por supuesto alguien con un gran deseo de aprender,

en cambio, Marcus Haz, un hombre de 45 años, de 1,87mt de alto, de pelo negro algo cano, medio barbado, con rostro de pedernal, y una actitud misteriosa, su vida de muy joven, había sido algo dura, su padre lo dejo solo y al cuidado de una desconocida, siendo él un pequeño, y a pesar de que él se mostraba amigo con los jóvenes que conocía, muchos lo rechazaban, algunos tal vez por su escasa economía, cuando ellos tenían bicicletas, el no tenia, el temor y desconfianza yacían en lo profundo de su corazón, en lo profundo algo comenzó a cambiar, sus pies lo llevaron a muchos lugares, en estos, encontró compañeros que le mostraron, el verdadero mundo real de la crueldad, y se dio cuenta que a través de la violencia era la forma más fácil de obtener riquezas, hasta que a la edad de 27 años, Don Rubéncio Rubil, lo encontró en un callejón, medio muerto, golpeado, y sin un rumbo, Marcus, antes de este triste momento, busco ser un hombre de bien, trato por sus medios, busco trabajo,  y todos lo rechazaron, incluso compro unos corbatines, los cuales los vendía a muy bajo precio, presto una pequeña mesa como mostrador, y un día, todo se lo robaron por orden de un alto mando de la ciudad, poco a poco, lo llevaron a malas decisiones, sembraron odio y el odio se transformo en maldad, Marcus solo sobrevivía cada día,.. pero ese día, en este callejón húmedo y sucio Marcus encontró un verdadero amigo, el cual no lo juzgo, si era o no, y mucho menos lo desprecio, Don Rubéncio Rubil, vio en el, a un amigo, Marcus con 20 años de no trabajar, (el prácticamente llegaba a la calidad de monje), un hombre joven muerto en vida, dirían aquellos despreciables que lo catalogaban un inservible,  pero Don Rubéncio, no le vio así, el vio a un hijo, a un amigo, a un protector, de allí, el notable respeto y dedicación de Marcus con Don Rubéncio Rubil, y lo que el jefe decía, eso era atendido con mucho cuidado por Marcus, y a Don Rubéncio Rubil, no le gustaban aquellos que preguntaban mucho,......


No hay comentarios.:

Publicar un comentario