Suspenso 2
El Museo de Libros
Historia Corta Escrita por
D.E.J.QUILO©
Tocaba el despertador, 2 horas entes de la hora
prevista, y Felipe Antolinov, iniciaba su día con mucha energía, ¿Por qué?,
nadie lo sabía, pero Felipe, estaba enamorado, y le era necesario un trabajo
nuevo, pues 2 años y 4 meses trabajo con su tía, en su venta de lácteos,
vendiendo queso, crema y leche, que le tocaba distribuir con su bicicleta en
toda la ciudad, a unos ya clientes estables, la paga era buena, pero el ultimo
día, como distribuidor de leche había sido ayer, ahora Felipe, con entusiasmo y
mucha energía, debía presentarse a una dirección, una nueva y rentable
oportunidad se le había presentado, la cual quedaba al otro lado del puente,
pues la ciudad era atravesada por un gran rio, el puente había sido construido
hacía muchos años atrás, y la historia de este era legendaria, a Felipe le
gustaba mucho atravesar el puente, pues el tomaba unas piedras y mientras
manejaba su bicicleta, Felipe lanzaba con fuerza las piedras al rio, que al
caer creaban unas formidables ondas que se extendían y se deslizaban con el
movimiento del rio, Felipe Antolinov, era un joven de 25 años, de pelo castaño
claro, piel blanca, de porte espigado, delgado y usaba unos lentes de aros
color plata, ese día Felipe, se levanto dos horas antes, se baño, se vistió,
con un chaleco de lana de color azul oscuro, una camisa color gris claro, un
pantalón color gris oscuro de tela y unas mocasines color negro, Felipe vivía
con su abuelo, y este le cocinaba cada día, su madre vivía lejos en una ciudad
de Rusia, pues los padres de Felipe se habían separado, a pesar de esto Felipe,
quien tenía el apellido de su madre, siempre atendió con mucho cuidado los
consejos de su abuelo quien era el padre de su padre, su querido abuelo Brasco
Forta, un hombre con principios y valores sólidos en su caminar, su abuelo
Brasco, por mucho tiempo había trabajado como segundo cocinero de un gran chef,
he ahí la destreza de su abuelo para cocinar, su tía Carmina Forta, dueña de la
lechería, siempre quiso mucho a su sobrino Felipe desde muy pequeño y siempre
había querido que Felipe fuera feliz,
El abuelo Brasco y la tía Carmina, estaban de acuerdo
que Felipe tuviera esta nueva oportunidad, pues pensaban que aquí Felipe
aprendería muchas cosas, pues el padre de Felipe era todo un patán, el abuelo
Brasco nunca entendió como tuvo un hijo así. Felipe, desayuno lo más rápido que
pudo, se despidió de su abuelo, tomo su bicicleta, y tomo el camino a la
dirección que le habían indicado en una carta, Felipe recorrió por las calles
con una sonrisa evidente en su rostro, la intriga y la emoción en Felipe
relucía en su forma de ser ese día, Felipe freno su bicicleta, se bajo de ella,
se dirigió a un montículo de un jardín público, y rebusco unas cuantas piedras,
Felipe sabia que el famoso puente estaba cerca, volvió a subir a su bicicleta y
cruzo la calle, viro en la esquina tomando el camino del puente, recorrió un
buen tramo del puente y cuando ya estaba casi en medio, saco dos piedras y con
fuerza Felipe lanzo las piedras al rio, las ondas formidables se formaron en el
agua, Felipe estaba feliz, luego volvió a sacar otras piedras, y cuando estaba
por lanzarlas, Felipe se topo con un sujeto alto, el sujeto con cara amarga se
le quedo viendo de forma malévola, mientras Felipe continuaba su marcha y algo
tambaleante, Felipe se amedrento, la cara del sujeto era sospechosa, y lo peor
de todo, fue que casi atropella a este hombre, Felipe freno su bicicleta,
volvió a ver para atrás, el sujeto alto había desaparecido, escudriño todo el
lugar con sus ojos, pero no encontró al sujeto, Felipe frunció el seño, y
volvió al camino, mientras pensaba sobre su extraño encuentro, recorrió las
calles y avenidas, hasta que llego a la dirección indicada,
Felipe llego 10 minutos antes, la hora no se había
cumplido, (por cierto) el reloj de Felipe era nuevo, el lugar estaba cerrado,
con una puerta de dos bandas de color verde olivo y ventanas en ella, Felipe
observo detrás del cristal, y vio que adentro había una luz tenue, así que
Felipe decidió tocar, un ruido llamo su atención, vio hacia la calle, y cuando
estaba a punto de tocar la puerta, la puerta se abrió,…… para el asombro de
Felipe, quien abrió la puerta era el sujeto, que hacía unos momentos atrás se
había topado con él,, se le quedo viendo con la misma amarga cara, y
extrañamente una sutil sonrisa surgió en su cara de pedernal, eres el nuevo
verdad?, le pregunto aseverando, me llamo Marcus Haz, soy el bodeguero, Felipe
medio desorientado y amedrentado, le respondió con algo de duda, si! soy
Felipe, entonces Marcus Haz, tomo del hombro a Felipe y le dijo, Muy bien!,
sígueme!, te mostrare el lugar y lo que tienes que hacer, está bien!, respondió
Felipe,…entraron por la puerta, la cual Marcus cerro tras sus pasos, Marcus
llevo a Felipe, por unos grandes estantes de madera fina y muy bien barnizada,
el lugar era algo oscuro, y tenía que serlo, para preservar los libros más
extraños que se habían escrito y ilustrado,
¿Y qué, es una biblioteca?, le pregunto Felipe a
Marcus, a lo que Marcus, negó con su cabeza, así parece, pero en realidad es un
museo de libros, los libros más originales que se hayan escrito y ilustrado,
respondió Marcus, ¿y cómo de cuales libros hablamos?, -pregunto Felipe-, al
cual minuto a minuto se interesaba cada vez más en el trabajo, -Marcus le respondió a Felipe-,
Pues….hay algunos que están escritos de forma misteriosa, -decía-, (mientras lo
observaba de forma desinteresa),- ya que solo pueden leerse con una luz que
alumbre las páginas de forma horizontal, las letras existen, pero no pueden verse
ni leerse de forma común, que interesante! -dijo Felipe-, pues así es!, estos
libros tienen un gran valor para Don Rubéncio Rubil, -dijo Marcus-, de
verdad!...y…quien es él? pregunto Felipe, quien a la vez, observaba a Marcus
con nerviosismo, el es el jefazo, el dueño del museo, sus libros se cuentan en
cientos, respondió Marcus, quien se detuvo en un instante, sin decir palabra,
se le quedo viendo a Felipe de Forma extraña, con la cara seria como de piedra,
los ojos clavados en la cara de Felipe, mientras Felipe intranquilo, sin poder
ver a Marcus, a los ojos, con la vista intermitente Felipe observaba a su
alrededor, y cuando al fin Felipe vio a Marcus, este con una sonrisa de
controlador y patán, solo le dijo, así me gusta muchacho!, pues Felipe lo miraba
a los ojos, aquí no queremos a los curiosos, entiendes!, mientras lo señalaba
con el dedo y lo miraba a los ojos, a lo que Felipe asentaba con la cabeza,
pero que puedes hacer con alguien como Felipe, su energía, hacía que fuera un
intranquilo joven, y por supuesto alguien con un gran deseo de aprender,
en cambio, Marcus Haz, un hombre de 45 años, de 1,87mt
de alto, de pelo negro algo cano, medio barbado, con rostro de pedernal, y una
actitud misteriosa, su vida de muy joven, había sido algo dura, su padre lo
dejo solo y al cuidado de una desconocida, siendo él un pequeño, y a pesar de
que él se mostraba amigo con los jóvenes que conocía, muchos lo rechazaban,
algunos tal vez por su escasa economía, cuando ellos tenían bicicletas, el no
tenia, el temor y desconfianza yacían en lo profundo de su corazón, en lo
profundo algo comenzó a cambiar, sus pies lo llevaron a muchos lugares, en
estos, encontró compañeros que le mostraron, el verdadero mundo real de la
crueldad, y se dio cuenta que a través de la violencia era la forma más fácil
de obtener riquezas, hasta que a la edad de 27 años, Don Rubéncio Rubil, lo
encontró en un callejón, medio muerto, golpeado, y sin un rumbo, Marcus, antes
de este triste momento, busco ser un hombre de bien, trato por sus medios,
busco trabajo, y todos lo rechazaron,
incluso compro unos corbatines, los cuales los vendía a muy bajo precio, presto
una pequeña mesa como mostrador, y un día, todo se lo robaron por orden de un
alto mando de la ciudad, poco a poco, lo llevaron a malas decisiones, sembraron
odio y el odio se transformo en maldad, Marcus solo sobrevivía cada día,.. pero
ese día, en este callejón húmedo y sucio Marcus encontró un verdadero amigo, el
cual no lo juzgo, si era o no, y mucho menos lo desprecio, Don Rubéncio Rubil,
vio en el, a un amigo, Marcus con 20 años de no trabajar, (el prácticamente
llegaba a la calidad de monje), un hombre joven muerto en vida, dirían aquellos
despreciables que lo catalogaban un inservible, pero Don Rubéncio, no le vio así, el vio a un
hijo, a un amigo, a un protector, de allí, el notable respeto y dedicación de
Marcus con Don Rubéncio Rubil, y lo que el jefe decía, eso era atendido con
mucho cuidado por Marcus, y a Don Rubéncio Rubil, no le gustaban aquellos que
preguntaban mucho,......
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